Los caballucos del diablu
En Cantabria, lo mágico y lo real se funden en la memoria y en el presente. Si vence lo mágico, los Valles Pasiegos son entonces tierras de leyendas; si por el contrario es lo real lo que domina, pasa a formar parte de nuestro día a día. ¿Fantasmas versus Ciencia?
Andar por los Valles Pasiegos permite disfrutar de lo mágico y lo real. Aquí, las leyendas sobrevuelan la Red Natura 2000; y al mismo tiempo, la fauna y flora de los espacios protegidos del territorio aportan una referencia real a lo inventado en otros tiempos. Y puesto que la tierruca pasiega es el corazón de Cantabria, un paseo por sus bosques, ríos y praos es siempre una experiencia, plagada de secretos.
¿Te has aventurado por las sendas pasiegas al caer la tarde? De hacerlo próximos a la festividad de San Juan, podrías encontrarte a unos seres voladores mágicos, los «Caballucos del Diablu». Son siete y se asemejan a grandes libélulas, sus alas largas los impulsan por el crepúsculo y la noche cántabra; cabalgados por siete diablos de ojos brillantes y bocas que expulsan llamaradas. Los caballucos tienen en las patas fuertes espolones que dejan marcas indelebles cuando tocan tierra con los cascos, aunque ésta sea pura roca.
A pesar de lo parecido del nombre, los caballitos del diablo son unos insectos gráciles que observamos durante nuestras rutas a lo largo de los ríos pasiegos. Son esbeltos, de vivos colores y su sola presencia nos da buenas noticias: nuestros valles están sanos y el agua que por ellos corre está limpia y bien oxigenada. Son indicadores biológicos o «bioindicadores».
Dos de las especies más vistosas que de mayo a septiembre nos escoltan por rutas emblemáticas como el Hayedo de la Zamina, Praderas de Aguasal, Valle de Viaña o La Garma, se observan con facilidad a poco que entrenemos el ojo y conozcamos los lugares donde reposan y vigilan su territorio.
El primero de ellos se le conoce como «duende azul». Su nombre científico es Calopteryx virgo, que viene a significar –literalmente- «alas bonitas» (del griego kâlós –bello- y pterón –alas-). Los machos se reconocen con facilidad por el color azul metálico del cuerpo y las alas de azul cobalto, ahumadas en las hembras. Se posan sobre arbustos o ramas prominentes no lejos del agua, desde donde otean los alrededores en busca de hembras. A los duendes azules les gusta la tranquilidad y la pureza de las aguas. Es abundante en los Valles Pasiegos, faltando en las zonas urbanizadas o encauzadas, donde hay aguas turbias y de peor calidad.
La segunda es también una bioindicadora muy exigente con la calidad del agua. Su presencia indica una altísima calidad ambiental del hábitat y los ríos. Es una especie protegida por las directivas europeas y las leyes ambientales. Se la reconoce por su abdomen con bandas alternas celestes y negras. Bajo el tórax, sobre el primer segmento muestra un diseño mágico. el símbolo alquímico del dios Mercurio; de ahí su nombre: Coenagrion mercuriale. Vuela en valles predominantemente calizos, siendo el del río Miera y sus afluentes su principal refugio en los Valles Pasiegos. Gracias a este especie (junto a otras) contamos con un espacio protegido fluvial: el LIC del río Miera.
Ya cercano el mes de octubre las libélulas van abandonando nuestras veredas, pero ¿A dónde van? Siguen estando ahí para quien sabe buscarlas. Si os aventuráis por las sendas pasiegas al caer la noche quizás las veáis cabalgar por el cielo entre los árboles, montadas por temibles diablos. Pero para quien recorre caminos bajo la luz del sol, si sabe dónde mirar o uno de los guías de Naturea le indica cómo, las descubrirá bajo las aguas, sumergidas, esperando la llegada del buen tiempo para salir de nuevo y volar libres, en busca de aventuras.
Equipo de guías de NATUREA CANTABRIA Red Natura 2000 en Valles Pasiegos