Las abejas, biodiversidad en peligro
Hace unos 125 millones de años, en pleno periodo Cretácico, en un mundo muy diferente al actual, un grupo de avispas añadió a su dieta insectívora el polen de las flores. Transcurridos varios millones de años, dicho grupo fue evolucionando hasta adquirir una alimentación exclusiva de néctar y polen, lo que dio lugar a la superfamilia Apoidea que integra a las comúnmente conocidas como abejas.
A partir de este momento, abejas y flores han mantenido una relación de interés mutuo, en la que las dos partes han salido beneficiadas.
Por un lado las abejas dependen de las flores para obtener el néctar y polen, y por otro, muchas flores dependen de las abejas para realizar la polinización. Así, los granos de polen se agarran a los pelillos que recubren el cuerpo de la abeja, incluso en ciertas especies a las patas posteriores, y cuando llegan a otra flor de la misma especie, estos granos de polen entran en su pistilo y fecundan los óvulos, para posteriormente dar lugar a los frutos y a las semillas.
La especie más conocida entre los apoideos, es la abeja común (Apis melifera), caracterizada por producir miel a partir del néctar que obtienen de las flores, y por haber sido domesticada por el ser humano muy posiblemente hace unos 10.000 años en las primeras culturas agrícolas aparecidas en los alrededores del Mar Mediterráneo.
En la mayoría de los casos, los granos de polen que transportan las abejas de la miel son de una sola especie, o de especies del mismo género, por lo que debido a esta especialización podemos encontrarnos diferentes tipos de miel.
En Cantabria se producen cuatro tipos, la miel de mielada (procede de robles y encinas (Quercus sp.), miel de eucalipto (obtenida del Eucaliptus globulus), la miel de flores (no está especializada en varias especies concretas, sino que viene de una gran variedad de flores) y la miel de brezo. No es de extrañar que esta última sea la más típica del municipio de Soba, ya que en el Parque Natural de los Collados del Asón, abundan tanto los brezales húmedos atlánticos, con especies como la Erica ciliaris, la Erica tetralix, o la Calluna vulgaris; así como los brezales secos europeos, con especies como la Erica cinerea, la Erica vagans, o la Daboecia cantabrica.
Hoy en día existe una gran preocupación por la disminución de abejas, es raro no haber escuchado algún apicultor quejarse de la mala recolección de miel que lleva en el año. Todas estas personas se están refiriendo a la abeja común, pero pocos saben, que existen más de mil especies de abejas descritas solo en España, y más de 20.000 en todo el mundo.
Son varios los factores que están provocando el declive de muchas especies de abejas en todo el planeta, un grupo de científicos españoles pertenecientes al Grupo de Trabajo Ecoflor, afirman que el más importante es la destrucción del hábitat, ya que este factor limita de manera significativa los recursos para nidificar y para alimentarse. Según estos expertos, otras amenazas a tener en cuenta son los productos químicos, por un lado los insecticidas, los cuales afectan a su organismo envenenándolo, y por otro, los herbicidas, los cuales al matar muchas plantas van a contribuir a la disminución de la cantidad de alimento para las abejas.
La introducción de especies no nativas es un problema también a tener en cuenta, ya que en muchos casos llevan asociadas a ellas una serie patógenos exóticos que cuando infectan a las poblaciones de especies nativas pueden llegar a ser mortales. Sin olvidarnos de que el cambio climático ya ha alterado los ritmos de actividad anual de las plantas y las abejas, y algunas especies han empezado a migrar en altura o en altitud cuando la temperatura no es adecuada para su desarrollo.
Equipo de guías del Parque Natural Collados del Asón.