El Somormujo Lavanco, habitante estrella del ENP Embalse del Ebro
El somormujo lavanco (Podiceps critatus) es un ave de extraño nombre para cualquier visitante del embalse del Ebro no aficionado a la ornitología. Pero su morfología y sus costumbres, no lo son menos. Desde nuestro blog vamos a intentar dar a conocer esta especie y su curioso modo de vida.
Es fácil avistar algún somormujo desde la orilla del embalse. Dependiendo de la época del año, de la climatología y de la disponibilidad de alimento, se acerca más o menos a la orilla o aparece en medio del embalse, donde la profundidad media es de unos 8 metros. Uno de los mejores enclaves para observar su comportamiento es la presa del embalse, en el pueblo de Arroyo, donde se les puede ver a simple vista descansando o buceando en busca de alimento; aquí puede haber más de 20 m. de profundidad.
La morfología del somormujo es el resultado de miles de años de evolución y de especialización en el ámbito acuático. Al verlo sobre la lámina de agua, destaca un cuerpo semihundido de color marrón a grisáceo. Desde el pecho, que suele estar bajo el agua, se alza un cuello estrecho y largo, con la parte delantera blanca y oscuro por detrás. La cabeza es afilada y rematada en un estrecho y puntiagudo pico, muy similar al de otras especies como el martín pescador: un pico especializado en la captura de peces. Si observamos el somormujo entre los
meses de marzo y noviembre aproximadamente, veremos que presenta una cresta de plumas negra, y unas plumas cefálicas a ambos lados de la cabeza, de color naranja intenso y negro. Éste es su plumaje de cortejo, el que viste durante la época de reproducción y los meses posteriores. En pleno invierno, el somormujo pierde las plumas anaranjadas y gran parte de su cresta, y aparece como un ave blanca, gris y negra.
La silueta del somormujo es muy cambiante en función del estado del ave: puede ahuecar su plumaje y flotar sobre el agua con casi todo el cuerpo visible; o puede contraer sus plumas y
“semihundirse” en situaciones de alarma. De igual manera, cuando está alerta estira todo su cuello hacia arriba, y lo recoge sobre el dorso si está en posición de reposo.
No tolera muy bien la cercanía humana, y fuera de la época de cortejo se ven individuos que
forman bandos en zonas de alimentación. La alimentación del somormujo en el embalse se basa en dos presas: cangrejos y peces de mediano a pequeño tamaño. Ocasionalmente, también puede alimentarse de otras especies, como anfibios e invertebrados acuáticos y sus larvas. Cuando se siente amenazado, a diferencia de otras aves acuáticas que suelen huir volando, el somormujo huye buceando, para reaparecer en la superficie de nuevo, varias decenas de metros más lejos. Otra de las curiosidades de este animal, son sus patas: presenta unos dedos fuertes, alargados y membranosos, que le dan impulso a la hora de bucear, pero que no sirven para caminar, como lo haría un pato. Si levanta el vuelo, lo hace después de corretear unos metros sobre la superficie; a la hora de amerizar, lo hace chocando con el pecho sobre la lámina de agua, en lugar de hacerlo con las patas. El somormujo lleva a cabo toda su vida principalmente en el agua y en el aire si es época de migración, sin pisar tierra.
Otro de los aspectos a destacar en la biología del somormujo, es su reproducción. A finales del invierno, y más aún en primavera, el plumaje reproductivo ya se ha desarrollado. Comienzan
entonces a verse las elaboradas ceremonias de cortejo. Ambos individuos se enfrentan desplegando su plumaje, girando el cuello una y otra vez, e incluso buceando juntos, para emerger y “caminar” un par de metros en paralelo sobre el agua. La ceremonia suele completarse con la entrega de”regalos” por parte del macho a la hembra: peces o plantas.
En el mes de mayo, los cortejos culminan con la construcción del nido. Ambos colaboran en esta tarea, pero el macho lo hace con mayor asiduidad. El nido siempre está en el agua no muy
profunda, donde emerge vegetación acuática de entidad: juncos, eneas, carrizos. El nido es una
plataforma de plantas acuáticas, algas, ramas, hojas y cualquier otro material similar que se
encuentre por la zona; entretejido y sujeto a la vegetación acuática, evitando así la deriva. El aporte de material al nido continuará durante todo el proceso, con lo cual el nido acaba teniendo un tamaño superior.
La incubación se extiende entre 25 y 31 días; la puesta puede alcanzar los 5 huevos, aunque lo normal es que salgan adelante 2 o 3 polluelos. Incuban los dos, por turnos, y el que incuba, recibe alimento de parte de su pareja, que no se aleja mucho del nido y adopta una actitud defensiva, sobre todo ante la presencia de fochas o cornejas en los alrededores. Si abandonan temporalmente el nido, suelen tapar los huevos con vegetación. Son de color blanco, pero con el paso del tiempo se tiñen debido al contacto con la vegetación, para acabar siendo pardos o verdosos.
Los polluelos son nidífugos, abandonarán el nido nada más nacer. Son de color grisáceo, con
llamativas rayas negras en todo su cuerpo; y mientras dependen de sus progenitores se desplazan desplazarse junto a ellos. Hasta que sean independientes, los padres les ceban con peces, intercalando la ingesta de plumón que el propio progenitor suelta de su pecho, lo que ayuda a proteger el estómago del polluelo de escamas y espinas. Es muy característico ver los polluelos subidos en el lomo de uno de los padres; si acecha algún depredador pueden esconderse entre sus alas.
El embalse del Ebro acoge una población fluctuante de parejas de somormujo, que residen aquí durante todo el año. Además, con el otoño llegan numerosos ejemplares desde el centro y norte de Europa, que pasarán aquí el invierno, y volverán al norte para criar una vez llegue la primavera.
Equipo de guías del Centro Ornitológico del Embalse del Ebro