Duración: 1:45 hora
Dificultad: Baja
Gratuita. Necesaria reserva previa.
La relación de Cantabria con el Ebro viene documentada desde antiguo. Ya en el año 195 a. C., Catón el Viejo aportó la primera cita conocida del río, ya famosa: “El río Ebro: éste nace en el territorio de los cántabros, grande y hermoso, abundante en peces” (Orígenes, VII). Su importancia como río principal del Sur de Cantabria es fácilmente rastreable en la toponimia: Bárcena de Ebro, Aldea de Ebro, Villaescusa de Ebro, Valderredible, etc. En el caso que nos ocupa, Fontibre, es innegable su relación y significado, “las fuentes del Ebro”.
El itinerario rodea el área del nacimiento desde el aparcamiento, atravesando parte del hayedo de la Guariza, lejos de la zona turística más frecuentada por los visitantes. El monte comunal de Fontibre sorprende por la cantidad de ambientes que se pueden recorrer en apenas dos kilómetros. Destaca el uso comunal desde antaño de los pastos, así como el aprovechamiento de las leñas del hayedo. La vuelta pasa por una de las saucedas de ribera menos conocidas del río, aguas abajo del nacimiento: un pequeño paraje en el que el Ebro se muestra como un arroyo sinuoso, de apenas varios metros de ancho, con un lecho de fina gravilla y aguas transparentes y azuladas, sin apenas alteraciones. Este hábitat es muy escaso en el río principal, ya que en unos pocos kilómetros, el río cambia su fisionomía, debido a los aprovechamientos, principalmente molinos, batanes y fábricas de luz, ya en desuso, para entrar en Reinosa y de ahí pasar al Embalse del Ebro. Todo este recorrido se inscribe en la Zona de Especial Conservación Río y Embalse del Ebro.
El nacimiento del Ebro que observamos hoy en día es muy distinto del que nos muestran las fotografías antiguas. En primer lugar, el molino de Fontibre, ya citado en 1850 por Madoz, requirió la construcción de una presa y un canal, hoy en ruinas, responsable del embalsamiento de agua en el nacedero. En segundo lugar el bosquete de fresnos y el acondicionamiento de los caminos, obras que se acometieron en los años 60. El agua brota por cuatro fuentes distintas, desde las que sale a la superficie procedente del sistema kárstico subterráneo que lo alimenta. Son aguas azuladas, cargadas de sulfatos, bicarbonatos y calcio, de los que se carga el agua al atravesar el subsuelo.
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