Duración ruta: 6:30 horas
Duración total actividad: 7 horas
Dificultad: alta
Desnivel: 900m
Distancia horizontal: 13 km
Tipo de recorrido: Circular
Tipo de firme: Sendero y pista forestal
Aforo de la actividad sujeto a posibles restricciones por el COVID-19. Con la actualización semanal del semáforo COVID-19 del Gobierno de Cantabria es posible que esta actividad vea su aforo reducido por posible un aumento de la incidencia del virus en el municipio en el que se desarrolla. En ese caso tendremos que dar de baja a las últimas personas inscritas.
Partiremos del pueblo de Vendejo, atravesando a nuestro paso algunas de sus casas hidalgas y solariegas, que ya vigilaban el formidable paisaje de esta parte del Valle de Pesaguero desde el siglo XVII, si bien, la ocupación humana de estas mismas tierras, data de la época del paleolítico.
Comenzaremos nuestro caminar, para devolver la memoria y recorrer el antiguo camino empedrado, que bajo la protección de Peña Cigal, comunicaba el pueblo con las zonas altas de pastos de verano, situadas en los suavizados collados que salpican esta zona.
Ascenderemos entre espigadas cumbre y más amables collados, disfrutando de parajes agrestes y montaraces, cuyo elevado valor ecológico están aquí representados por la confluencia de dos figuras de protección de la Red Natura 2000, como son la ZEC Liébana y la ZEPA Liébana. De entre los altos valores ecológicos que estas figuras de protección representan, destacarán sobre todos, los relacionados con las aves, entre las cuales nos acompañará el de mayor envergadura de la zona, el omnipresente buitre leonado (Gyps fulvus).
Enclave privilegiado, no solo por sus valores ecológicos, disfrutaremos de panorámicas majestuosas del Parque Nacional Picos de Europa, que irá desfilando entre los numerosos “picachos” y cimas, al igual que los otros dos grandes “protectores” de Liébana, como son la Sierra de Peñasagra y la Cordillera Cantábrica, para dejar estampas irrepetibles en nuestra memoria.
Seguiremos ondulantes caminos que atravesarán hayedos y robledales, monte bajo de floridos brezos, pastos, chozos e invernales labrados a través de los siglos para conseguir sustento y perfilar un paisaje en el que la huella humana y la de la naturaleza se entremezclan y difuminan en una danza eterna.