La ruta que aquí comienza acercará al visitante a un ecosistema tan desconocido como crucial para la vida en nuestro planeta: las turberas. Estos humedales se caracterizan por la acumulación de materia orgánica de origen vegetal dando lugar a la turba.Para llegar hasta ellas, recorreremos pacientemente el pequeño valle del arroyo Selviejo, que discurre en plena Zona de Especial Conservación (ZEC) Sierra del Escudo.
El camino comienza en el pueblo de Carrascal de San Miguel, cuyas casas de marcado carácter montañés se extienden bajo la sombra de dos inmensos y hermosos robles, más que centenarios. Se continúa por una ancha pista que surca la ladera sur del valle y ofrece unas vistas privilegiadas de este rincón de Cantabria, donde al elevar la mirada, con frecuencia, se contempla el vuelo nervioso de córvidos como el cuervo grande (Corvus corax) y la corneja (Corvus corone), que contrasta con el planear casi estático del buitre leonado (Gyps fulvus).
Los amplios horizontes y extensos cielos desaparecerán súbitamente, al adentrarse el camino en El Cerrao, un pequeño y magnífico ejemplo de bosque atlántico, en el que los imponentes robles (Quercus robur) y hayas (Fagus sylvatica) comparten el territorio con avellanos (Corylus avellana), espinos albares (Crataegus monogyna) y mostajos (Sorbus aria), bajo cuyas copas merodean, esquivos y siempre laboriosos, corzos (Capreolus capreolus), zorros (Vulpes vulpes) o tejones (Meles meles), entre otros.
Para alcanzar el otro extremo del bosque, habrá que cruzar numerosos arroyos procedentes de las turberas. Y así, entre bulliciosos arroyos y alfombrados callejos, llegaremos a La Zarzosa, una antigua zona de pastos que ha devenido en un extenso helechal, de donde arranca una pronunciada subida, en cuyas orillas empiezan a aparecer, al abrigo de la creciente humedad, el musgo de turbera (Sphagnum) o la planta carnívora Drosera rotundifolia.
Finalmente, la rampa desaparece entre acebos (Ilex aquifolium) en un entorno profundamente húmedo que supone la antesala de las turberas, el ecosistema que atesora una biodiversidad única, regula el flujo hídrico, purifica las aguas, regula el clima global y conserva nítidamente decenas de miles de años de la historia de nuestro planeta.
Tras contemplar las turberas, se inicia el regreso hacia Selviejo, esta vez por la cara septentrional del valle, que nos lleva entre pastizales y sin rodeos, de nuevo, al punto de partida.